El fútbol ya no se juega solo en el césped: también se juega en hojas de Excel, plazos a medio siglo y fondos que huelen más a Wall Street que a Mareo
El Sporting de Gijón debe 42 millones de euros. No es un titular alarmista, es un dato. De esos que pesan más que un descenso, porque no se borran con una victoria ni se amortiguan con un fichaje ilusionante. Son números que se clavan como goles en propia puerta… pero con efecto retardado.
De esos 42 millones, 24 provienen del crédito con el fondo de inversión CVC, ese nuevo actor del fútbol español que ha llegado con sonrisa de salvador y calendario de prestamista. El acuerdo, que a muchos les suena a rescate, tiene truco: el Sporting tiene 50 años para devolverlo. Medio siglo. Es decir, si ahora tienes 30 años, puede que te jubiles y el club siga pagando por el presente de hoy.
¿Fútbol o hipoteca emocional a 50 años?
Es una cifra que provoca vértigo y una paradoja maravillosa: el club podría tardar más en pagar este crédito que en volver a Primera. O viceversa, según cómo sople el viento asturiano. Porque aceptar ese dinero no fue una elección libre, sino una necesidad. Y las necesidades, en el fútbol moderno, casi nunca salen baratas.
Luego están los otros 2 millones prestados por el Grupo Orlegi, los actuales propietarios mexicanos del club. Esos sí tienen un aire más familiar, casi doméstico: dinero de la casa, para arreglar la casa. Pero como ocurre con toda familia, prestar no es regalar. Algún día se pedirá de vuelta. Y probablemente con intereses, aunque el afecto se mantenga.
La antítesis del fútbol romántico: inversión a plazo y alma empeñada
En Gijón se respira un amor al fútbol que no entiende de balances. El Molinón sigue siendo una de esas catedrales donde la afición canta aunque llueva, aunque no suban, aunque no haya fichajes. Pero el fútbol moderno —ese que viste de traje y habla de “activos intangibles”— convierte a los clubes históricos en empresas con alma… y deuda.
El Sporting de Gijón, uno de los clubes más queridos del fútbol español, vive hoy esa antítesis dolorosa: tener un proyecto de futuro… hipotecado en el pasado reciente. Soñar con crecer mientras se arrastra una mochila de millones. Construir cantera mientras se pagan decisiones que ya no están en manos de quien las sufre.
¿Un futuro con plazo fijo?
El problema no es solo la deuda. Es el modelo. Porque depender del crédito externo, aunque pactado a largo plazo, es asumir que los éxitos deportivos deberán ir siempre acompañados de equilibrios financieros de funambulista. Una mala temporada, un fichaje fallido o un descenso pueden tener repercusiones no solo en la clasificación, sino en los despachos y en los calendarios de devolución.
La pregunta incómoda es: ¿se puede construir un proyecto sólido con una deuda a 50 años? ¿O estamos asistiendo a una forma elegante de aplazar el problema hasta que los protagonistas ya no estén aquí para responder?
El Sporting, como siempre, lo salvará su gente
Porque, al final, lo que sostiene al Sporting no son los créditos ni los acuerdos financieros: es su afición. Esa que llena El Molinón aunque el marcador no acompañe. Esa que no necesita promesas de Champions para animar un jueves en Segunda. Esa que, si hace falta, esperará otros 50 años… pero no por una devolución bancaria, sino por volver a sentirse grande de verdad.