El club del sur de Madrid, en el radar de los dueños del Liverpool
La globalización del fútbol no entiende de romanticismos ni de acentos. Donde unos ven la épica de los martes lluviosos en el Coliseum Alfonso Pérez, otros detectan oportunidades de mercado, proyecciones urbanísticas y una marca por pulir. Fenway Sports Group (FSG), ese emporio estadounidense que ya maneja los hilos del Liverpool, los Red Sox de Boston y los Penguins de Pittsburgh, ha apuntado ahora su mirada hacia el Getafe CF.
Sí, el Getafe. Ese equipo de barrio obrero, de prensa hostil y resultados tozudos. El mismo que se enorgullece de no agradar a nadie más que a los suyos, y que ha hecho de la supervivencia en Primera su religión futbolística. Pero el dinero no suele creer en credos: cree en activos.
Del Málaga frustrado al sueño madrileño
FSG ya intentó aterrizar en LaLiga hace unos años con el Málaga CF, un club en caída libre, aún resbalando por las ruinas de su efímero esplendor. Aquello no cuajó, pero la obsesión de entrar en la liga española no se evaporó. Solo cambió de código postal. Y ahora el Coliseum aparece en su radar como una joya sin pulir: ubicación estratégica, club estable en Primera, estadio nuevo en construcción y un presidente que ya ha anunciado su salida para 2027.
Ángel Torres, ese caudillo futbolero que ha dirigido el Getafe como quien maneja una ferretería de confianza, lo ha dicho claro: “No se lo voy a dejar a cualquiera.” Pero todos sabemos que esa frase, traducida al lenguaje de los negocios, significa otra cosa: “Tiene que valer la pena.” Y FSG, si algo sabe, es poner ceros donde otros ponen excusas.
¿Qué busca FSG en Getafe?
Busca algo más que goles: busca posicionamiento. Quiere un club con ADN local pero con vocación internacional. Un pie en Europa sin pagar peajes londinenses o milaneses. Y qué mejor que una plaza junto a la capital del país, un estadio nuevo y un equipo que siempre logra lo imposible con presupuestos de Segunda. Porque si algo tiene el Getafe es eso: resiliencia en formato 4-4-2.
La pregunta no es si el Getafe se dejará querer, sino cuándo y cómo se consumará el desembarco. Porque si FSG ve futuro donde otros ven barro, quizás el sur de Madrid esté a punto de vivir su transformación más radical desde los tiempos de Gica Craioveanu.
Y si llega ese día, habrá que ver cómo reacciona la grada. Tal vez con escepticismo, tal vez con ilusión. O quizás, como siempre, con ese gélido estoicismo azulón que lo resume todo en una frase: “Aquí no regala nadie nada.”