El Real Zaragoza se desangra en el césped mientras la Nueva Romareda avanza: una inversión millonaria que no tapa la realidad

La propiedad de Real Z LLC presume de inversión y de la Nueva Romareda, pero el equipo es colista de Segunda División con solo 6 puntos

Hay realidades que duelen, pero esconderlas no las hace desaparecer. El Real Zaragoza vive una de las peores crisis deportivas de su historia reciente mientras la propiedad presume de cifras, ladrillos y promesas. El contraste es brutal: un club que construye un estadio nuevo, moderno, ambicioso, y al mismo tiempo camina directo hacia la Primera Federación. Y no por detalles menores. Por pura incapacidad futbolística.

La situación es tan grave que ni siquiera maquillarla sirve. Colistas. 6 puntos de 36. Cinco derrotas consecutivas. Una plantilla hundida y un entrenador sin soluciones. El aficionado está agotado, harto, cabreado. En el último partido ante el Deportivo, la grada ya no pidió explicaciones deportivas: pidió respeto. Y cuando una afición histórica grita “¡Estamos hartos!”, lo hace porque ha agotado cada gramo de paciencia.

Lo peor es que para evitar el descenso, el Zaragoza tendría que ganar la mitad de los partidos que quedan. Algo que, con lo visto, suena más a fe que a fútbol. Más a milagro que a proyecto.

La directiva de Real Z LLC, con Jorge Mas a la cabeza, invierte dinero, pero se esconde en los peores momentos y no acierta una decisión deportiva

Aquí nace la herida. Porque la propiedad no puede decir que no ha invertido. Casi 40 millones de euros en ampliaciones de capital desde abril de 2022. Dinero hay. Ilusión hubo. Pero el dinero sin dirección es como regar un árbol seco. No florece.

Mientras el equipo se hunde, la directiva guarda silencio. Ni un mensaje, ni una explicación, ni una disculpa a la afición. Jorge Mas, presidente y cara visible del proyecto, no se dirige a la hinchada desde aquel día frente al Valladolid. Apareció, posó, y desapareció. Y el zaragocismo tiene la sensación de que su club está en manos de gente que no entiende ni su historia ni su identidad.

Los números están ahí:

  • 14,6 millones en 2022
  • 6,7 millones en 2023
  • 5,1 millones en 2024
  • 12,1 millones en 2025

Y una nueva ampliación prevista para diciembre. Pero la pregunta es simple: ¿de qué sirve todo esto si el equipo cae al pozo?

La Nueva Romareda avanza, pero con retrasos en pagos y un horizonte financiero que se tensiona en pleno desastre deportivo

Para colmo, ni el símbolo del proyecto la Nueva Romareda está libre de sombras. La propiedad del club no abonó los 6,8 millones que debía pagar en 2024. Eso obligó a reorganizar el plan y elevar a 10 millones el desembolso de 2025. Y aunque el esquema marcaba un reparto equilibrado entre Ayuntamiento, Gobierno de Aragón y club, la balanza se ha roto: el Zaragoza ha aportado solo 6 millones hasta ahora, muy lejos de los casi 40 que le corresponden en el total.

Personas cercanas al proyecto lo dicen sin rodeos: si el club no paga en diciembre, las licitaciones podrían frenarse, aparecer costes extra y romperse el equilibrio del acuerdo público-privado. Y cuando un estadio entra en problemas financieros, no se arregla en dos tardes.

Mientras tanto, el mundo político empieza a levantar la voz. Jorge Azcón habla de “profunda preocupación”. Natalia Chueca acusa una “deriva deportiva” incompatible con el proyecto. Ya no es solo fútbol. Es ciudad. Es reputación. Es una obra pública a medio hacer.

El Zaragoza vive la tormenta perfecta: ruina deportiva, dudas económicas y una afición que ya no cree en nadie

Esa es la verdad que nadie quiere oír: este proyecto se ha olvidado del balón. El Zaragoza acumula cinco derrotas seguidas, la salvación podría estar a ocho puntos, y lo único que avanza sin frenos es el hormigón del estadio. Es como construir una casa de lujo mientras el suelo se hunde.

El club de la cuarta ciudad de España está a un paso de perder el fútbol profesional. Un descenso a Primera Federación no sería solo un fracaso: sería una tragedia económica, institucional y emocional. Y ya no basta con decir “hemos invertido”. La afición exige decisiones. Exige presencia. Exige respeto.

Porque la Romareda puede ser nueva, brillante y modernísima…
Pero si el Zaragoza baja, lo único que quedará será un estadio precioso sin fútbol de élite.