Javier Tebas el presidente que confunde autoridad con poder

Su censura a la protesta de los futbolistas por el plan Miami desata una rebelión simbólica y un hartazgo que atraviesa todo el fútbol español

Javier Tebas lo ha vuelto a hacer. Se ha pasado de frenada. Su reacción a la protesta de los jugadores por el plan Miami apenas quince segundos de silencio simbólico ha provocado una oleada de indignación entre clubes, futbolistas y aficionados. No por la protesta en sí, sino por la respuesta autoritaria del presidente de LaLiga, que ha decidido amenazar con medidas legales a quienes, en realidad, le pagan el sueldo.

El dirigente ha remitido una carta oficial a los clubes y a la AFE en la que anuncia su intención de “cuantificar los daños” y “adoptar medidas legales” por la protesta previa a los partidos. Una reacción desproporcionada que muchos interpretan como una muestra de soberbia y miedo a perder el control.

De símbolo a conflicto institucional

Los jugadores no pidieron más que ser escuchados. Se manifestaron contra una decisión tomada sin consulta: disputar un partido oficial de LaLiga en Miami, una iniciativa que consideran contraria al reglamento, al convenio colectivo y al espíritu competitivo del torneo. La respuesta de Tebas, sin embargo, ha sido la censura: prohibió que las cámaras mostraran el gesto y trató de minimizar su impacto mediático.

El episodio ha encendido el debate sobre los límites del poder presidencial y el papel de los futbolistas en el negocio del fútbol. En palabras de un veterano dirigente: “Tebas confunde autoridad con poder. Cree que manda, cuando solo gestiona”.

El fútbol no es su cortijo

Lo cierto es que el presidente de LaLiga se comporta como si el campeonato le perteneciera. Amenaza a los clubes, reprende a los jugadores y actúa como un caudillo corporativo más que como un gestor de intereses comunes. Pero el fútbol español no es suyo. Ni los clubes son filiales de su vanidad, ni los jugadores simples figurantes de su relato.

Una liga se lidera escuchando, no censurando. Se construye con diálogo, no con miedo. Y cuando un empleado —porque eso es, al fin y al cabo, el presidente de LaLiga— amenaza a sus propios jefes, el problema no está en los futbolistas: está en él.

La hora de los clubes

Cada vez más voces dentro del fútbol reclaman una reacción colectiva. Si los presidentes de los clubes guardan silencio, serán cómplices de un modelo que ha dejado de representar a nadie. La paciencia se agota. Los aficionados también lo perciben, y sus cánticos lo resumen con precisión:
“¡Tebas, vete ya!”

El daño no lo causaron los jugadores ni los aficionados. El daño lo causa él, con su soberbia, sus amenazas y su miedo a perder un trono que nunca fue suyo.