A las puertas de unos Juegos Olímpicos históricos, Brasil sabe que se juega mucho en el Mundial y por eso se blinda para salvaguardar la imagen del país. Las protestas en contra de las medidas adoptadas por Dilma Rousseff, que provocaron una ola de violencia en el país (tanto de los ciudadanos como de una policía que actuó de manera desmedida), se le han unido las batallas campales en los partidos de fútbol de la Liga brasileña. Imágenes que han avergonzado al país, pero que también han dejado en evidencia la falta de respuesta por parte de la policía.
A nadie se le escapa que el Mundial será un hervidero: entre las protestas de la ciudadanía, los disturbios entre diferentes aficiones y problemas de drogas y prostitución infantil, se espera que el evento sea movidito. Así las cosas, para curarse en salud, el gobierno entrena a 10.000 agentes policiales en técnicas antidisturbios. Se han invertido cerca de 490 millones de dólares en la compra de equipos y tecnologías de seguridad, y alrededor de 1,4 millones de dólares en preparar a los agentes. Un auténtico ejercito para proteger la imagen del Mundial más mediático en años.