El fútbol siempre ha sido un reducto de poder al margen de los cauces normales en el que éste se desarrolla. Un ámbito en el que ser presidente de ciertos clubes de fútbol aporta mayor influencia que la que posee un ministro en el ejercicio de sus funciones. Una anécdota que revela este influjo de poder es la que protagonizó Santiago Bernabeu con Millán Astray en el palco del estadio de Chamartín.
El general Millán Astray tenía la costumbre de acudir al palco del estadio con algunos amigos legionarios y hacer de él su coto particular. Según cuenta Julián García Candau en su libro Madrid-Barça, Historia de un desamor, uno de estos días el general se tomó la libertad de usar la única mano que tenía para propasarse con la mujer de un embajador. Santiago Bernabeu al ser conocedor de este suceso ordenó que se prohibiera el paso al estadio a Millán Astray. A la semana siguiente, a pesar de los impedimentos del club, el general tomó asiento en el que consideraba su lugar y retó a Santiago Bernabeu a un duelo a pistola por tamaña afrenta. Bernabeu, lejos de arredrarse, pidió ayuda al ministro del Ejército, el general Muñoz Grandes, que prohibió a Millán Astray acudir al palco del estadio diciéndole que la guerra no le había concedido derechos en los palcos de los campos de fútbol.
El fútbol de más alto nivel ha levitado siempre por encima del resto de poderes públicos sabedores que la masa social que arrastra, que en cierto modo, los dota de una fuerza ante los gobernantes que éstos, por cuestiones electorales, no pueden desdeñar…