Río de Janeiro, 7 may (EFE).- João Havelange, responsable de convertir el fútbol en un espectáculo planetario y padrino del linaje de directivos corruptos de la FIFA que sacaron tajada de este lucrativo negocio, cumple mañana cien años marginado, sin fastos ni agasajos por parte del mundo del balón.
En tiempos en los que el fútbol trata de limpiar su imagen arrinconando a quienes se ensuciaron las manos en los despachos, ni siquiera Joseph Blatter, su sucesor en la FIFA, ungido a dedo por el propio Havelange, irá al cumpleaños del exdirigente brasileño, que tendrá un perfil privado.
La FIFA no tiene previsto realizar ningún tipo de acto o manifestación para celebrar la efeméride y sólo acudirá a la fiesta, pero a título personal, un director del organismo, Walter Gagg, según informaron a Efe portavoces del ente.
El único escándalo en el que se demostró la implicación de Havelange, el cobro de sobornos por parte de la empresa ISL, que comercializó los derechos audiovisuales del Mundial hasta su quiebra en 2001, también arañó para siempre su imagen en Brasil.
Río de Janeiro esconderá su nombre en los Juegos Olímpicos y lo retirará del Estadio Olímpico, que fue denominado “João Havelange” en 2007, cuando el dirigente era uno de los miembros más respetados del Comité Olímpico Internacional (COI).
En la ciudad de Uberaba, donde también se existía un estadio con el nombre del antiguo mandamás de la FIFA, el pasado enero se rebautizó el recinto como Parque do Sabiá.
Dueño de una personalidad fuerte, un carácter hosco y conocido como todo un maestro de las relaciones públicas, Havelange siempre será recordado por los 24 años en los que dirigió la FIFA y su papel decisivo en el proceso de transformar el fútbol en una máquina de fabricar dinero.
El brasileño siempre alardeó de haber encontrado la FIFA con 20 dólares en caja en 1974 y de haber edificado una multinacional con más afiliados que la ONU, 209 países, y un patrimonio financiero de 4.000 millones de dólares cuando le cedió el cetro a Blatter en 1998.
Bajo su mandato, la Copa del Mundo pasó de 16 a 32 selecciones y dio un mayor protagonismo a América, África y Asia, con lo que extendió la fiebre por el fútbol a todos los rincones del planeta.
Además introdujo nuevos torneos como los mundiales sub’17 y sub’20, el femenino y la Copa Confederaciones y se empeñó en que el fútbol fuera un espectáculo que consigue que los millones de personas que no caben en los estadios se agolpen frente a la pantalla.
Pero parte de los millonarios ingresos que aportó la televisión, los aprovechó para llenarse los bolsillos de sus elegantes trajes.
El escándalo ISL sólo le salpicó en 2012, catorce años después de su retirada, cuando la fiscalía suiza desveló que Havelange y su exyerno y delfín, el entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) Ricardo Teixeira, recibieron sobornos millonarios entre 1992 y 2000.
Estas denuncias dinamitaron las aspiraciones de Teixeira de escalar en la FIFA y forzaron a Havelange a presentar su renuncia como miembro del COI y como presidente honorario de la FIFA, cargos desde los que continuó gozando de una gran cuota de influencia y de respeto en el mundo del deporte.
También fue polémico su trato cercano con las dictaduras que sometieron a varios países suramericanos, en especial con los militares brasileños, con los que cohabitó una década cuando dirigió la Confederación Brasileña de Deportes (CBD).
Al Chile de Augusto Pinochet le concedió el Mundial Sub’20 de 1987 y antes, le ratificó a Argentina el derecho de organizar el Mundial de 1978, apenas dos años después del golpe de Estado.
En una ocasión reconoció que usó sus buenas relaciones con el dictador argentino Jorge Rafael Videla para interceder ante él y lograr que pusiera en libertad a un preso político brasileño.
Nacido el 8 de mayo de 1916 en Río de Janeiro, Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange, de ascendencia belga, representó a Brasil como nadador en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y en el equipo de waterpolo en Helsinki en 1952.
Al abandonar las piscinas, se dedicó a la abogacía y se hizo empresario, presidió durante 58 años la compañía de autobuses Cometa, que convirtió en una de las más importantes de Brasil.
En 1958 comenzó su carrera de dirigente deportivo en la presidencia de la CBD, lo que le permitió servirse de los éxitos de la selección brasileña -que ganó tres mundiales- para abrirse de par en par las puertas de la FIFA con las que creó un imperio.