Los narcos en el fútbol gallego

Historias de narcotraficantes en la costa de Arosa mezcladas con la pasión por el futbol se han dado en la parroquia de Galicia

En el fútbol, el dinero no da la felicidad. Pero ayuda a conseguirla. Y es que vivimos una época en la que el triunfo suele ir ligado al capital. Viejos y millonarios colosos como el Bayern, el Real Madrid, el Barça, la Juventus o el Liverpool cortan el paso en sus respectivas ligas nacionales a proyectos humildes. Leicester no hubo más que uno, en el oasis de 2016.

Así, el espacio para los ganadores novatos en las grandes competiciones queda prácticamente reservado para los “nuevos ricos”, esos conjuntos como el PSG o el Manchester City que se han elevado a la altura de los más grandes aupados por “petrodólares”. La fortuna sonrió en su momento al conjunto parisino o al mancuniano, que pasaron a ser el capricho de un jeque árabe con ganas y dinero de convertirlos en los mejores de Europa.PUBLICIDAD

Sin embargo, varias décadas antes de la llegada de las exóticas inversiones extranjeras, el fútbol español vivió en sus carnes la proliferación de unos mecenas de carácter más local. Jesús Gil o José María Caneda fueron el prototipo del presidente “pasional y cercano al barro”, como los define Felipe de Luis Manero (Madrid, 1984), autor de un libro que estos días ha vuelto a poner en el foco al controvertida José Ramón Prado Bugallo, alias Sito Miñanco, quien más allá de sus actividades delictivas fue pionero en desarrollar la figura del adinerado interesado en hacer grande al equipo de su corazón.

“¿Sito guarda parecido con Jesús Gil? Pues sí y no. Ambos tuvieron esa imagen de “villanos queridos”, pero de Miñanco se dice que se ganaba a la gente de verdad, con mano izquierda”, apunta De Luis, el escritor de “Sito Presidente”, una narración en la que cuenta, a través de su prosa libre, diferentes pasajes de la vida del cambadés mezcladas con sus reflexiones para dibujar la ascensión del Juventud Cambados desde la Preferente a las puertas de Segunda y su posterior caída, a finales de los años 80 y principios de los 90.

Se hizo cargo del equipo por pasión y para sentir la admiración de la gente. Su sueño era jugar contra el Real Madrid en Primera

ADMIRACIÓN. Miñanco es “un tipo al que el fútbol le gustaba y le sigue gustando”, confiesa Felipe, que para documentarse habló con decenas de personas vinculadas al protagonista. “Su sueño era que el Cambados jugase contra el Real Madrid en Primera División”, concede el autor de la obra. Así, lo “pasional” le mueve para hacerse cargo del equipo en el que había jugado de chaval. “Lo hizo para sentir la admiración de la gente más que para blanquear. Quería mucho a su pueblo”, apunta.

De este modo, en 1986, cuando -como mínimo- el contrabando le había reportado fortuna, Prado Bugallo se erigió como figura de un jeque actual, pero “a la gallega”. “Quizá pueda ser comparado, sí. Aunque hay algunos jeques que no tienen ni idea de fútbol. No sé si Sito sabía mucho o se movía por instinto, pero sí se implicó. Él negociaba directamente muchos fichajes y tenía relación con los jugadores”, narra De Luis.

Desde el principio, el proyecto del Cambados apunta a ser “de puerta grande o enfermería”, como todo lo que hacía Sito. En cada proyecto quería “ser el mejor”. Así, el Cambados se impregnó de un glamour que, visto ahora, adquiere cierto aire a cutre. Y es que Miñanco entremezcla costumbres de la élite balompédica con otras “casposas”. Un ejemplo: el equipo se concentraba en hoteles de lujo, pero Miñanco contrataba prostitutas. “Lo hacía porque pensaba que así tenía a los jugadores contentos”, señala Felipe.

El Cambados se hospedaba en hoteles de lujo antes de los partidos, pero Miñanco contrataba prostitutas para contentar a los jugadores

Pese a sus extravagancia, Sito se supo rodear y fichó a Rafa Lino, que había sido directivo del Pontevedra, como “director deportivo”. Mientras, el equipo ascendió a Tercera. Y luego a Segunda B, ya con Mario Guede como entrenador y Pedro Ferreira de segundo. “El año empieza mal, pero mantiene a Guede contra la opinión popular. Pese a ser muy impetuoso, Miñanco tuvo la calma necesaria entre tanto “barullo”. Quizá por “feeling”, quizá para atribuirse la victoria de su apuesta”, matiza Felipe. Y lo cierto es que pudo asignársela, porque el Cambados llegó a Segunda B. Y en su primer año quedó cuarto, muy cerca de un nuevo ascenso. Fue el principio del fin.

Ya en los 90, con muchos focos apuntándole por sus “negocios”, Miñanco ve que el fútbol le expone todavía más. “El crecimiento del equipo es tan rápido que “canta”. Sobre todo porque es incapaz de ser discreto. Invierte, pero es caótico y quizá por eso su obra se queda incompleta”, resume De Luis sobre un Miñanco que tuvo que abandonar España. Con su huida, el Cambados inició una caída de idéntica magnitud a su subida. Pero para siempre le quedará asociada una cierta dualidad de “historia épica unida a un cierto estigma”. Gracias a Sito Miñanco, una especie de “Robin Hood que compartía su fortuna” conseguida con escasa ética entre sus vecinos, esos que le guardan una “lealtad” a través de un “hermetismo que todavía impera cuando se pregunta sobre él”.

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