Algo de malo tenía que tener confiar el patrimonio económico de un gran club a un gran magnate. En estos últimos años, los petrodólares han invadido el fútbol sobre todo el británico con los jeques que compran grandes clubes a precio de saldo y los convierten en máquinas de hacer dinero. La fórmula del éxito es el fichaje de grandes jugadores sin importar el precio. Pero estas inversiones pueden tener graves consecuencias y el Chelsea es buena prueba de ello.
Uno de los precursores de este modelo fue el multimillonario ruso Roman Abramovich, que compró el conjunto inglés en el año 2003 con el objetivo de convertirlo en el mejor equipo del mundo. Doce años después de esta compra, Abramovich ha prestado ya más de 1.400 millones de euros a Fordstam, la empresa a través de la que gestiona el dinero el club ‘blue’ y ahora el empresario quiere recuperar al menos parte de esa inversión.
El crédito ha sido sin intereses, pero no es a fondo perdido. Abramovich podría reclamar la devolución de su préstamo, que debería efectuarse en un plazo de 18 meses.