Cuántas veces, viendo por ejemplo jugar a Messi, nos habremos hecho la pregunta ¿cómo se caza a una joven promesa del fútbol? Interrogante al que acaba de dar respuesta el periodista chileno Juan Pablo Meneses en una entrevista en el diario El País hace ya unos meses. Así, éste cuenta que el primer paso es detectar un niño prodigio y poder contactar con él. Hecho que está cifrado en unos 500 dólares si no te toman el pelo y se da en el clavo en la primera intentona.
La siguiente a llevar a cabo la compra del futbolista. Ésta oscilará entre los 200 dólares (si son menores de 12 años) y los 1000 dólares (si el jugador está ya federado). Conseguida la joven promesa, relata el entrevistado, el tercer movimiento ha de ser pulir al diamante tanto a nivel personal como profesional, a la vez que se difunden de manera masiva las mejores imágenes o vídeos del jugador.
Después de muchos kilómetros, muchas grabaciones y muchos partidos, si se tiene suerte, el futbolista se ha convertido en lo más parecido a una promesa y ha logrado captar la atención de algún club europeo. Momento, en el que llega la hora de sacar tajada y multiplicar el desembolso realizado en su día por el jugador.
Parece fácil pero no lo es. Sobre todo, cuando dejando el terreno de juego a un lado, uno se empieza a dar cuenta de que, al fin y al cabo, se está hablando de simples niños como si fueran mercancías y se aprovechan de sus sueños adolescentes para traficar con ellos. Puede que en ocasiones el cuento acabe con el protagonista comiendo perdices y convertido en un futbolista de éxito. No obstante, en muchas de ellas, el horizonte de color de rosa que le prometen al chaval al principio de la película nunca se acaba convirtiendo en realidad. Y es que al final, al poseedor de los derechos del precoz futbolista, como buen mercader que es, sólo le importa el dinero.