No deja de ser reseñable el interés que el Chelsea, a través de su entrenador Mourinho, está teniendo en una serie de jugadores del Atlético de Madrid. Los casos de Filipe Luis, Diego Costa y la vuelta de Courtois así lo atestiguan. Además de otros que habrá que ver si se concretan.
A nadie debiera extrañarle el interés que los jugadores pertenecientes a una plantilla recientemente exitosa pudieran suscitar en el resto de clubes. Sin embargo, una cuestión es el interés en algún jugador de forma individual y otra muy distinta la pretensión que existe detrás de la adquisición colectiva de varios de ellos.
Un entrenador como Mourinho es consciente de que la validez y el “status” de un entrenador están determinados por una serie de “intermediarios” que son los propios jugadores. El buen hacer de un entrenador viene condicionado por él mismo… y sus circunstancias. Un entrenador no gana partidos. Un entrenador gana partidos “a través” de sus futbolistas. Es un “pack”. Y Mourinho es consciente de ello.
En la búsqueda de los perfectos “intermediarios” Mourinho se ha decantado por intentar adquirir el “pack” completo en lugar de piezas independientes. Todo ello con el propósito de reducir la incertidumbre y maximizar las probabilidades de éxito acortando los plazos. Pero en fútbol dos más dos no son cuatro.
Al rendimiento de un jugador se le presume cierta capacidad. De hecho, los clubes atribuyen el rendimiento de un jugador únicamente a su capacidad y desempeño más reciente. Y es esa capacidad que los clubes entienden que tienen ciertos jugadores lo que establece su precio. Luego su valor económico viene condicionado por una única variable, capacidad, desatendiendo el resto de variables (club, entrenador, relaciones personales, idioma, ciudad, expectativas, etc.) que, junto con el propio trabajo del jugador, dan lugar a los resultados. Sin embargo, y aquí es donde está el quid de la cuestión, la capacidad de un jugador es extrapolable, el resto de variables no lo son.
En definitiva, los clubes, a instancias de su entrenador o no, pagan un precio por extrapolar una única variable, el rendimiento de un jugador en su pasado más reciente, cuando la búsqueda de la analogía por parte del club comprador debiera aplicarse al conjunto de las variables que hicieron posible ese rendimiento y su conjunción.